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De las sombras chinescas a los kinegramas, un paseo por la historia del lenticular

De las sombras chinescas a los kinegramas, un paseo por la historia del lenticular

Desde las sombras chinescas de la Isla de Java, alrededor de 5000 años antes de Cristo hasta las imágenes lenticulares de nuestros días, encontramos todo una historia de trabajos y estudios desarrollados a lo largo y ancho del mundo, en el que han participado desde artistas, intelectuales e investigadores tan importantes y reconocibles como Aristóteles, Alhacén, Leonardo Da Vinci o Alberto Durero, con sus estudios sobre la cámara oscura, hasta otros no menos relevantes, como David Brewster con su Caleidoscopio, Niépce y Daguerre, con la invención de la Daguerrotipia y la Fotografía; Thomas Edison y William Dickson con el Fonógrafo y el Kinetoscopio, o los mismísimos hermanos Lumière con el Cinematógrafo.

Sin embargo, ¿cuál podemos considerar realmente el principal precedente de la imagen lenticular? El primero, probablemente, tendremos que buscarlo en el Taumatropo, un juguete inventado en 1824 por el médico británico John Ayrton Paris, consistente en un disco con dos imágenes diferentes a ambos lados y un trozo de cuerda que permitía hacer girar el disco rápidamente produciendo el efecto óptico de unión entre ambas imágenes.

El desarrollo de este invento iba encaminado a demostrar el principio de persistencia retiniana entre sus colegas médicos, pero acabó convirtiéndose en un artefacto muy popular en la Inglaterra victoriana.

Este sencillo aunque innovador invento sentó las bases para otros más complejos, como el Zoótropo o máquina estroboscópica (1834), compuesta por un tambor circular con unas rejillas abiertas, a través de las cuales el espectador podía ver unos dibujos dispuestos en tiras que, al girar, adquirían la ilusión de movimiento.

Muy parecido fue el praxinoscopio de Émile Reynaud de 1877, con la innovación de contar con espejos en ángulo para reflejar las imágenes dibujadas a su alrededor y permitiendo dar mayor nitidez al resultado óptico.

Tras estos sencillos y a la vez complejos avances, veríamos al mundo asombrarse ante el Kinetoscopio, el Fonógrafo y el Cinematógrafo, cuyos derroteros avanzaron hasta nuestro actual cine, pero cuyo principio básico – el pase de frames o imágenes fijas a alta velocidad para lograr el efecto de movimiento – nos devuelven a los principios que fraguan en 1998 con Rufus Butler Seder en su Kineticard y Scanimations. Este cineasta, o más concretamente, artista óptico (Optical Animated Artist) logra crear las primeras ilusiones holográficas mediante grandes paneles grabados con soplete sobre baldosines de lentes estriadas, de unas ocho pulgadas cada una, que sumados entre sí lograban crear el efecto de cambiar a medida que el observador caminaba frente a ellos, muy similar al que se logra hoy en día con la impresión lenticular.

Pasarían casi diez años hasta la llegada del famoso Colin Ord y su Magic Moving Images o lo que ya se conoce como kinegramas.

El kinegrama se compone de dos elementos: uno con los dibujos, fotogramas o patrón de gráficos llamados a adquirir movimiento. El segundo es una pantalla transparente de plástico con franjas a rayas que hacen la función de lentes. Al superponer dicha lente sobre la base con dibujos, es como se logra el efecto buscado, ya sea tridimensión, cercana al 3D lenticular, en la imagen o bien un efecto movimiento en la misma, como el Efecto Movimiento en impresión lenticular.

Sin embargo, efecto lenticular es muy parecido, pero diferente. En este caso la base es un dibujo o imagen especial, preparada con las distintas fases del movimiento que se busca lograr. Sobre ésta se coloca una lámina de plástico con un patrón de rayas que hará aparecer o desaparecer partes de la imagen de base según se mueva el objeto lenticular, logrando el efecto deseado: cambio de imagen, movimiento, transformación, 3D lenticular...

Pero tanto el kinegrama como el lenticular ya existían antes de Seder y de Ord o al menos su idea. En 1910 se patentó una postal muy parecida al sistema de Seder e incluso podemos encontrar referencias sobre la existencia de cuadros pre-kinegramas a finales del siglo XIX.

En cualquier caso, lo cierto es que el ansia del espíritu artístico humano nos ha llevado a través de la historia a buscar la recreación del movimiento. Un ansia que hoy en día vemos de forma natural y común a través de nuestras pantallas de televisión o de cine, pero que sin embargo resultan mucho más sorprendentes y espectaculares cuando las encontramos impresas en tarjetas y objetos que podemos mover y llevarnos en la mano.

La capacidad de poder imprimir y desarrollar este tipo de artefactos ha abierto las puertas de su tecnología a infinidad de aplicaciones.

De ahí que la industria lenticular tenga un peso significativo en las estrategias de marketing en soportes físicos, otorgando un valor añadido y sorprendente a las ideas creativas que se perfilan en los estudios de diseño y publicidad.

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